*En las empedradas calles de Coscomatepec, se erige como un monumento viviente a la tradición y el oficio ancestral; lleva más de medio siglo reviviendo cuchillos y tijeras
Miguel Ángel Contreras Mauss
Coscomatepec, Ver.- Su presencia en las calles no solo es la de un artesano, es la de un guardián de la memoria colectiva, un vínculo tangible con un pasado que se desvanece rápidamente en la vorágine del progreso.
Se llama Alejandro Juárez, de oficio afilador de cuchillos y tijeras. Se erige como un monumento viviente a la tradición y el oficio ancestral en un mundo que avanza a pasos agigantados.
El hombre de semblante sereno y manos hábiles, recorre las callejuelas empedradas de Coscomatepec de Bravo. Con más de medio siglo dedicado a su labor, personifica la esencia misma de una época pasada, donde la destreza manual era tan preciada como el tesoro más codiciado.
Don Alejandro, con su habilidad con el esmeril, ejecuta una danza de precisión y destreza que solo puede ser perfeccionada por el paso de los años.
Cada movimiento de sus manos cuenta la historia de una vida marcada por la resistencia y la perseverancia, una vida que se entrelaza indisolublemente con la de su amada Coscomatepec de Bravo.
En un mundo donde la tecnología y la automatización amenazan con relegar al olvido los oficios artesanales, Don Alejandro Juárez se erige como un faro de resistencia. Su presencia en las calles de Coscomatepec de Bravo no solo es un recordatorio del pasado, es un homenaje vivo a la esencia misma de la comunidad, donde la tradición y el trabajo manual son pilares inquebrantables.
Así, en cada filo renovado, en cada herramienta resucitada, Don Alejandro Juárez es más que un simple afilador; es un símbolo de la perseverancia humana, un custodio de la memoria colectiva.